9 de diciembre de 2007

Saberes Maestros

Proyecto "Documentación Narrativa de Experiencias Pedagógicas"

En el mes de septiembre iniciamos desde el CAIE del Instituto Nº26, la primera etapa del proyecto que implementa el Instituto Nacional de Formación Docente orientado a recopilar, mediante documentación narrativa, los saberes prácticos de nuestros maestros y profesores.

Con entusiasmo un grupo de siete docentes dolorenses, accedieron a escribir una experiencia significativa que ya fue enviada al Sitio Colectivo Virtual donde más tarde serán publicadas.

Como adelanto, aquí van algunos extractos:

Oh!, Carmen!

En el año 2003 sale un cargo de Maestra Integradora en la Escuela Primaria de un pequeño pueblo a 50Km del mío, en medio de la Pampa Deprimida del Salado. Era la oportunidad que esperaba pues aunque debía viajar todos los días, no había tenido hasta el momento más que pequeñas suplencias; de modo que lo tomé y conservé por tres años consecutivos.

Encontré una matrícula de doce niños, distribuidos entre 1º y 6º año, de quienes poco y nada se sabía pues la atención anterior a mí había sido esporádica o nula.
Todo parecía poder desenvolverse según lo aprendido, sin embargo, un alumno de 5º año me puso enfrente del primer gran de mi carrera. Javi, sufría una patología conocida como el “Mal de Asperger”, una variedad de autismo caracterizada fundamentalmente porque quien la padece desarrolla un nivel intelectual superior al normal.
¿Qué sabía yo, casi recién recibida, para acompañar a este niño en su proceso de aprendizaje?

(...)Como tenía una extrema facilidad para resolver problemas, la maestra de matemáticas, a quien Javier apodaba “ +-1”, lo tenía resolviendo acertijos y descifrando más y más códigos.

Al principio nuestra relación fue algo fría, no tanto por su dificultad para abrirse, sino porque yo no sabía cómo acercarme. En el aula, Javi se mantenía sentado por intervalos cortos, siempre mirando hacia abajo pero con una especie de atención flotante que le permitía entrar a la clase cuando él lo quería. Cuando deambulaba, hablaba en voz alta y, de la misma forma, interrumpía a los otros para dar la respuesta correcta o acotar algo sobre lo que se estuviera tratando.


(...)Un día, en un impulso, me dejé llevar y me puse a cantar y bailar y la música lo atrapó. Desde ese momento, nos comunicábamos de esa forma e iniciamos un trato diferente que llevó a consolidar un vínculo muy fuerte. Demasiado, tal vez.

(...) Por entonces, había hecho amistad con la maestra de Matemática, una persona a quién también le interesaba mucho el recorrido escolar de Javier; ella me propuso explicarme aquellos temas que yo no comprendía para que luego pudiera ofrecérselos a Javi en situaciones problemáticas. Es que, aquello que a él tanto le gustaba, ¡era mi punto débil!

(...) “Oh, Carmen” – me decía- “usted tiene la mente volando por el espacio”, cuando se daba cuenta que yo no podía llegar a los resultados que él llegaba.


(...)Me acuerdo cuando un alumno de Polimodal, que funcionaba en el mismo edificio, salió una mañana de su aula, desesperado, buscando respuestas sobre las Olimpíadas de Seul. Ninguna de las docentes que estábamos en ese momento en la galería le pudimos responder pero Javier, que pasaba justo por ahí, me dijo: “Oh!, Carmen ¿cómo no sabes tú?”, a continuación le dio al otro chico una serie de datos. Yo, en mi ignorancia del tema, acoté: “¿Será cierto?” y él, sin mirarme me respondió: “Oh! Carmen, ¿por qué no creerme?”

María del Carmen Lagar (publicado con permiso de la autora)

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